José Barta; 11 de noviembre 2011
Desde hace bastantes meses vengo manifestando, a través de las ondas de Gestiona Radio, en Primera Hora (@phgestiona), que las políticas que vienen siguiendo en la zona euro (ZE), en relación con Grecia, están abocadas al fracaso por su propia naturaleza.
La realidad, por el momento, me está dando la razón, y desde este precedente me atrevo a seguir vaticinando.
La salida de Papandreou, con la formación de un gobierno de unidad nacional, parecía necesaria desde hace ya unos meses, pero por si misma no resuelve nada.
Lo más curioso es que, hasta la pasada semana en la que George Papandreou se decide a anunciar la convocatoria de un referéndum a los ciudadanos griegos, para que decidan si aprueban las medidas impuestas por el BCE y los principales líderes de la ZE, como condición para el “rescate” de Grecia, este político gozaba de la plena confianza de sus colegas europeos.
¿Qué sucedió? Pues sencillamente que, el entonces Primer Ministro griego, se atrevió a confrontar las decisiones ideológicas de los responsables de la ZE con la realidad. Y la realidad no parecía que dejara muy bien parada a la teoría, abriéndose la puerta a una posible opción por la declaración de quiebra y salida del euro del país, con todas sus consecuencias para los bancos franceses y alemanes, principalmente.
Hasta el más despistado sabía que los ciudadanos griegos no aceptarían dichas medidas. Y es que las mismas parece que se centran exclusivamente en salvaguardar los intereses de los acreedores financieros, olvidando que resulta imprescindible potenciar el crecimiento y la competitividad de las economías, si realmente se desea sentar las bases de una recuperación que, a nadie se le escapa, será lenta.
El recién nombrado primer ministro griego, Lucas Papademos, ha declarado en su primera intervención que la pertenencia de su país a la zona euro garantiza la estabilidad monetaria y “facilitará el difícil proceso de ajustes económicos”. “Estoy convencido de que la participación del país en la zona euro es una garantía para la estabilidad monetaria”, manifestó. “Debemos ser todos optimistas respecto a los resultados finales, en la medida en que sigamos unidos”, agregó.
Pero estas declaraciones, sin ningún contenido concreto, no tienen más valor que el de las cuentas públicas griegas, que sufren importantes rectificaciones cada tres meses.
Todas las medidas que han manejado hasta el momento los líderes de la ZE están destinadas al fracaso, ya que en si son portadoras de nuevas recesiones.
Grecia necesita un alivio muy importante de su deuda financiera, probablemente en forma de quita – o similar, con otro nombre -, que no ha hecho sino incrementarse estúpidamente en los últimos doce meses, debido al tan conocido “peloteo” de la misma; esto solo ha provocado el incremento de los tipos de interés, así como el incremento del principal consecuencia de la financiación de los propios intereses morosos. “Peloteo” y más “peloteo” que no lleva sino a un mayor endeudamiento, sin beneficio alguno para la economía real, tan solo para los acreedores financieros, que junto a mayores intereses, por la misma deuda, los pertenecientes al sector privado han conseguido desplazar una parte importante de su riesgo al BCE.
Y Grecia precisa mejorar su competitividad externa, incrementando los ingresos por turismo y exportaciones de bienes y especialmente de servicios, reducir sus importaciones, consumiendo más productos nacionales, mejorando así su déficit por cuenta corriente, afrontando con realismo su déficit fiscal, para eliminarlo en un plazo corto-medio, etc.
Reducción de salarios y de precios, simultáneamente para no provocar el enriquecimiento de unos a costa del sacrificio de muchos, resulta inevitable, entre otras cosas para poder atraer inversión extranjera y ganar tiempo para que surjan efecto la reformas estructurales, que casi siempre rinden a largo plazo.
En definitiva, estamos describiendo un marco de soluciones que históricamente se han resuelto con la “declaración de insolvencia” del país y la “devaluación de la moneda” nacional. Y no existe otra fórmula válida. La experiencia internacional de “devaluaciones internas” (se mantiene la paridad internacional del dinero, pero todo el mundo, voluntariamente, renuncia a parte del salario, o de la pensión, y baja los precios) ha sido siempre todo un fracaso, además de injustas: lo primero por la imposibilidad de obtener un consenso real; injustas por que los más insolidarios, junto con aquellos que optaron por posiciones de mayor liquidez, retrayendo su dinero del sistema productivo, son los que han terminado beneficiándose en mayor medida.
Por este motivo afirmo que la creación de un gobierno de unidad nacional solo resultará efectiva si se convierte en el primer paso hacia la salida del euro, con la consiguiente devaluación, y la declaración de quiebra, con la consiguiente condonación de no menos del 80% de la actual deuda. Solo así tendrá viabilidad la economía griega. Así lo entienden realmente los mercados internacionales, negando credibilidad a las declaraciones de Merkel, Sarkozy y demás colegas. Esta es la dura y cruda realidad.